La premisa básica es que hay que revivir la experiencia original que está causando el problema actual: para lograrlo no se hace una hipnosis sino una breve relajación o se usa la emoción experimentada como el hilo conductor que nos lleva al origen de todo. Se trabaja de manera totalmente consciente, en lo que se denomina estado expandido de conciencia, para poder encontrarse con el alma. Así se puede comprender la relación directa entre los sucedido en las otras vidas y en la actual, y, al revivir en el cuerpo las experiencias, el alma se puede desprender de las emociones que procedían de las otras vidas, y el síntoma desaparecer.
Y es que, como dice Cabouli, “el cuerpo funciona como drenaje del alma. El cuerpo se enferma para que se sane el alma. La regresión le da al alma la oportunidad de sanarse sin necesidad de enfermar el cuerpo”.
Sin embargo, a veces hay que ir más allá de la vida pasada, y sobre todo de la muerte de aquella vida, pues las emociones de antaño han sido quizás reactivadas en el proceso de nacimiento. Otras veces toca ir al bardo, el periodo entre dos encarnaciones, para tomar consciencia de nuestras acciones y aprendizajes, como una infusión de responsabilidad, dirección y sabiduría.